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En muchas ocasiones, más de las que debería, la mística adultera la historia y otorga de épica a procesos que no lo tuvieron. Si volvemos la vista atrás, pareciera que Steve Jobs fue un visionario que diseñó, desde el principio, un ecosistema de creación, desarrollo, venta, almacenamiento y distribución de aplicaciones software para los dispositivos de la compañía Apple, creando con ello la App Store. Nada más alejado de la realidad.
Lo cierto es que el smartphone insignia de la compañía, iPhone, vio la luz en 2007 sin tienda de aplicaciones, sencillamente porque nadie la había concebido todavía. Cierto es también que el nombre AppStore no fue invención de Apple ni del mismísimo Steve Jobs, sino que nació de la cabeza de Marc Benioff, discípulo de Jobs sobre el que éste ejercía de mentor.
El iPhone original nació sin tienda de aplicaciones y con apenas una docena de aplicativos nativos instalados. Todo ello empeño personal de Jobs que descartó desde el principio abrir su terminal a terceros para desarrollar Apps. La solución intermedia que propusieron a los desarrolladores fueron las apps ejecutadas a través del navegador (Safari).
El Piloto de YslaMac desenfunda su bisturí y disecciona el concepto de AppStore remontándose a los tiempos en los que las tiendas eran físicas, la informática era una religión y en sus templos se profesaba su fe.